lunes, 26 de enero de 2009

Jordi Jové / Kerouac y la beat generation: todos juntos en una melodía

por Xen Vinadia

En “réquiem por Bird Parker”, Gregory Corso escribe: “en una habitación/ en la cual un viejo saxo/ descansa en un rincón/ como un puñado de arroz/ pensando en BIRD”. Otros poemas recuerdan la música de los lunáticos cantantes y compositores del jazz. Kerouac en su poemario “México City Blues” reproduce el ritmo bop, y el fraseo jazzístico que sigue tocando más allá “con un ensordecedor torrente de sangre animal”. Una soledad terrible puebla los libros de la beat generation, los libros de Jack Kerouac, “En el camino” y “Los vagabundos del Dharma”, donde buena parte de los mismos están habitados por el sentimiento de soledad que impregna cada uno de sus actos.

La literatura beatnik es una literatura solitaria. Los personajes se mueven de un lado a otro buscando comunicarse con el primer recién llegado. De una parte a otra sin parar, de costa a costa, o camino de México, donde no se escucha jazz. Dean Moriarty y Sal Paradise son unos solitarios andariegos, una muestra de esta soledad. Ellos andan algo desesperados, buscan la Verdad del Dharma, y la Maytreya del Amor. No parecen encontrarlo ni rico ni estable. Dura sólo unos días. El jazz es un motivo recurrente en toda la literatura beatnik (si exceptuamos a William S. Burroughs) y les llena las horas de esos días en la carretera. El jazz lo utilizan, lo mastican, lo entronizan para apoderarse de unos buenos momentos de euforia, de desamparo. La música negra llena este vacío. En ella viven inmersos sus personajes. El jazz les sirve de estímulo y de acicate. Contrarresta el significado de la palabra beat, como golpeado, frustrado, agotado. El jazz levanta los ánimos. La palabra beat estuvo en boga entre los músicos del jazz: “I’m beat right down to my socks” (“Estoy en las últimas”). Pusieron en práctica la concepción del recital de poemas como un concierto de jazz. También experimentaron en la propia escritura una melodía de jazz. Esta nueva técnica inspirada un poco por la prosodia de William Carlos Williams y en parte como una imitación de los solistas de jazz que tocaban melodía tras melodía de la más pura invención fue denominada “prosa espontánea”. Hay buena parte de ella en las páginas de “On the Road” (1957), aunque es una novela varias veces reescrita. Esta técnica te lastima porque te deja arrastrar a la locura errante de una melodía de Charlie Parker. Al inicio de “Los vagabundos del Dharma” se menciona al músico: “Cerca de Camarillo, donde Charlie Parker había estado loco y sido devuelto a la normalidad”. Hay una escena maravillosa de En el camino, el solitario andariego se ha detenido, va oscureciendo, y entonces leemos: “y más que la letra es la música y el modo en que Billie canta, lo mismo que una mujer acariciando el pelo de su amante en la penumbra. El viento aullaba. Tenía mucho frío”. Billie Holiday siempre acompaña.

En el frío o de fiesta, el jazz sigue sonando: “Al atronador sonido de Dexter Gordon y Walderll Gray tocando “The Hunt”, Dean y yo jugamos con Marylou sobre un sofá; y ella no era manca”. O bien cuando en los pasajes de “En el camino” el jazz todavía es tan maravilloso, como si fuera su fuerza, su energía vital: “Habían arreglado la radio y un furioso bop nos empujaba a través de la noche”. Los primeros beats se incluyen todos juntos en una melodía: “Comieron vorazmente mientras Dean, emparedado en mano, aullaba y saltaba ante un gran tocadiscos escuchando un salvaje disco bop que yo acababa de comprar y que se titulaba “The Hunt”, con Dexter Gordon y Wardell Gray tocando ante un público que lanzaba alaridos y daba al disco un fantástico volumen frenético”. El jazz es también un rito iniciático, una religión: “Y no tenemos más que hacer que escuchar a este saxo tenor y dejarle que sople todo lo fuerte que quiera —subió el volumen de la radio hasta que el coche empezó a estremecerse—, y escuchad lo que nos dice y descansaremos y obtendremos conocimiento”.

No hay comentarios: